jueves, 3 de mayo de 2007

De pie


Una palabra
aporta tilde al gesto
a la frase esquelética
a la sonrisa sosa
al brazo que cuelga
el perramo verbal
detrás de la puerta.

Ella es gris, garúa, molesta
femenina, sujeta
al don de permanencia
que la sostiene íntegra
detrás de cada umbral
como el paragüero
está ahí, diciendo: - sirvo –

Se mueve
como la mismísima sensación de hambre
del hombre vecino
del dolor o el amor del hombre
y lentamente
se aleja al sitio mudo
a la hora del sueño de los pájaros
a la ciudad en sombra sobre el río
a la frontera del pétalo.

Una palabra
se infiltra en cada nombre
calificando el origen
y aún más
el fin.

Otra, vertical
ocupa oronda
el sitio del silencio
y entre suspensivos
no cede el espacio
a sutilezas.

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