by grace Hay que elevar a la palabra
o mejor
lograr que trepe
del color negro de la tinta
a la mirada ausente, desteñida.
Hay que vaciar su condimento
en el lacre reseco de los labios
en la jerga púrpura, en el gaznate
para que corra por la sangre y extermine
hasta el último rastro del sigilo.
Hay que volcar
esta ausencia de razón en el abismo
y no ceder la plaza gris
excepto a los poemas que aluden al invierno
a ciertas perlas de la lengua, al acero.
Y hay que llamar a cada una por su nombre:
a la palabra
madre, por ejemplo
bendita entre las otras
porque de ella, de su íntima horma ovoidal
ha manado el genio creador del uni-verso.
Hay que salir a publicar
como el sol, como el otoño
el sentido pésame del ocre,
la aflicción del árbol despojado…
o la alegría del retorno:
de la mirada a la hoja
de la hoja al suelo
de la tumba a la tinta
y por ende a la vida, a la eterna vida
al Verbo, a la palabra.