viernes, 8 de junio de 2007

Uno, tan múltiplo de uno…

by grace

Debo ser jardinera
en el plato de carnes,
luciérnaga en la noche breve
de tus ojos oscurísimos,
cerrojo en la boca del lobo
que suele devorarse
los sueños nonatos,
sombra idónea, paños fríos
en tiempos coléricos
que luego languidecen.

Seguramente
vas a rumiar mis palabras
frente al espejo
en las primeras horas
y tus mañanas, tus días humeantes
van a recordarme
cuando el pan y la miel
huelan a Dios y a “vos”
en esa ceremonia invicta
donde la hebra suelta en el agua
sabor a té, a “ti”
y otra vez
a mí.

Tan temprano se nace
tan tarde se comprende
que para acceder al álgido lugar
del amor que nos contaron
hay que encontrar los rasguños,
la herida embutida en el costado,
la escotilla en el smog,
el camino cuesta arriba,
el balcón de Julieta no señalizado,
y una nueva canción para Romeo.

Hay que hacer lo posible
por convertirse en especia de oriente,
en lotto o reina de la noche,
en hada nimia o madreselva
en un palacio escondido
en el corazón del Amazonas
donde alguna vez, de niños
colgamos quimeras como lianas
hasta encontrarnos.

Y para enriquecerse
de la noche a la mañana
es menester estrujar harapos,
sumergirlos en la urgencia de amar
y teñirlos luego
con la gracia de las letras extra bold.
Es preciso ser chef y alquimista,
halcón, para enseñar a volar,
vestal inconmovible, afinada cuerda,
remiendo imperceptible, humus
pentagramas…

Ahora que sangran los ojos en silencio
elijo tocar este solo en do mayor
y ver de lejos sin cristales
andar sin somníferos, al tanteo,
con mi escasa lucidez
pispándote tan cerca del océano
como el móvil anfibio me permita.

Llego siempre
al punto que
prefiero la cura poética
con tinta azul lavable,
el papel secante debajo de las palmas
y el remedio que cauteriza
a pura
energía solar.

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