viernes, 26 de febrero de 2010

Carne y uña

por graciela malagrida


Anoche usé métodos de búsqueda de esos que hay ahora
intenté alterar la secuencia cronológica, como en el cine
para traerte del pasado o ir a tu encuentro como entonces.
¡Vaya Dios a saber qué me tocó el corazón de esta manera!.
Pensé en la holgura del momento, eran las dos de la mañana
dormían las estrellas y los peces bajo el agua…todos dormían
menos yo, inquiriendo a las máquinas “contacto”. Pero nada.
Sólo pude ver una foto pequeña de 1985 y ninguna dirección
que me regresara el alma, la posibilidad de hacer lo que me sale
“escribir”. -Indudablemente se trata más que de eso- pensé. Esta vez
tengo que esmerarme, salirle al cruce a aquellas dos niñas
verme en tus ojos y decirte por ejemplo: “cuánta agua pasó
bajo este puente”, “cuánto te quiero”, “cuán cursi suena…”
“cuánta falta me hiciste en todos estos años”
, etc . etc.
Será ineludible el flashback, el racconto, el páramo
el túnel, quizás, hasta la lágrima gigante y el abrazo.
Ya ves, esto puede ser un sueño de tantos. Así vivo. Esto soy. No sé
si hay que pedir perdón por los espacios en blanco. Para mí
hay tramos de la vida que vale la pena hacerlos solos, calladamente.
Tal vez se me fue la mano en la barra espaciadora…Pero no te preocupes
en todo este tiempo desdibujé la línea del tiempo
y traje a colación muchas escenas. Viven en cada niña que veo
esas dos que supimos ser, así de simple, así de sanador.
Aún guardo el esqueleto negro de una hoja
una de tantas, ignoradas por todos, por su aspecto negro
casi putrefacto… Aún te veo sacándole el pellejo, mostrándome el milagro.
Aun me siento a mirarla a trasluz, como una filigrana. Aún brilla el Chimiray
en las lembranças y esas víboras amarillas y negras
cruzando la cachuera sobre el musgo, acostumbradas a mi cara de susto.
No vas creer, pero añoro esas Pukys y su botecito inflable…
y cuando les doy de comer a mis peces, también comen de mi mano las “viejas del agua”.

Seré insistente: el horizonte es bello, bello… mucho más
que cualquier retrovisor. Y aunque lo más probable sea
que tus versos vetustos ya no me describan
te pido que, cuando me veas, finjas olvido y me digas:
“está todo bien”, “sobre patines”, como siempre.
Vas a ver que todo vuelve y mejor
como vuelven las aves a los nidos
llenas de espléndidos
trozos
de cielo…

Ayer - el día más largo de mi vida - te invoqué
y me sentí un animé, te juro. Reviví tu nombre y algo despertó
volvió en sí, como las princesas de los cuentos.
Entonces tuve esta certeza:
no hay final feliz sin una infancia inmune
y eso, como tantos privilegios, amiga mía
se lo debemos a Dios
nos lo debemos.

-Vaya Él a saber
qué me tocó el corazón de esta manera
el día más largo de mi vida…-

(continuará...)

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