lunes, 1 de marzo de 2010

Me declaro culpable



Así es! soy culpable y quiero
dejar de pecar de curiosa
pero lo cierto es que me muero
por saber
porqué lloran los sauces sobre el río
porqué porqué porqué
aquel otro, tan diferente
lagrimea acalorado, solo, en el boulevard…
Y para sincerarme bien
voy a pecar también de indiscreta
agregaré
que los chivatos aman los chivatos
que necesitan del abrazo por encima de todos:
transeúntes, semáforos
avecillas, poetas, vendedores ambulantes
y por debajo del cielo…
Así es! soy culpable
me han embelezado hace añares
cuando era pequeña y los veía lucirse
siendo lo que son, más que árboles, ancianos
brotes, sobrevivientes
testigos de todas las tormentas.
Por eso sigo pecando con estos ojos
hartos de ver atardeceres cobrizos
pasar inadvertidos… Peco, sé que peco más
si callo este secreto
que me han confiado las auroras:

Al advertir las maravillas
el que quiere querer, alarga el día
zurce los huecos del pasado
hace un torniquerte a esos jirones del recuerdo
hasta que se regocijan los pájaros y el agua
brota por los poros del planeta.

El que quiere querer
infiere un gran final, como es debido.
Y en apariencia
en la entrega, en el beso, en el reposo
de los amantes, de los niños, de los sueños
del todo sobre plumas… se serena.
Mas sabemos bien
que alguien despierta, que alguien siempre
mira a alguien por la ventana, que alguno
anda suelto por ahí, agradecido
de ver la noche opulenta, de asistir a la fiesta
sin ropaje, de llamarse “poeta” sólo eso
justo ahí, entre estrellas fugaces, rimbombantes.

Y al querer, se alarga el día
del que quiere, del querido, de algún otro por querer…
seguramente. Y al posar la mirada allá lejos
donde el diablo perdió la cola
donde algunos templamos en parte la memoria o las ganas
por las ganas de los otros, en aquel lugar donde cedimos
pecamos nuevamente de sensibles, si, si
pero sin tachas, sin lacra, vicio o mota
en las almas del tiempo que nos toca.

Al querer querer
puede uno pecar de inocente
... es que claro, el amor nos rodea
tan
magníficamente, tan ingénito
que se vuelve imperceptible
bellamente vulgar o doloroso
hasta el cimbronazo del sismo...
...y uno no puede creer que no es correspondido.
Duele el amor, duele, duele.
Por ende, me daclaro culpable
soy responsable de profesarlo a boca de jarro
de cara en cara, de lugar en lugar.

Soy culpable también por la omisión
por clavar una mirada "inoportuna"
por la inocencia exagerada, por el arrojo
y el boicot al silencio a la hora de la verdad.
Y me atribuyo la culpa, finalmente
de forjar moldes a medida cada noche
...para no atestar mi balsa
con el peso extra
de esa contrición ineludible
que produce el poema nunca escrito
río arriba.

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