lunes, 29 de agosto de 2011

Soñar, cantar, soñar para despertar


por graciela malagrida

¿Porqué no pedir la luna ?¿porqué no
embutir constelaciones enteras en los ojos
hasta que se atrevan a soñar? G.M.



1

-¿Qué pasa hoy entre las pestañas?
¿acaso estás soplando vida mía?
¿debería despertar del sueño?- dijo ella
sin despegar los párpados
por si las moscas fueran aviones de guerra
y el amor estuviera atrincherado
soportando bombardeos, en su última misión…


2

-¿Qué pasa entre los dedos poeta?
¿es tinta o luz la que los limpia?. ¿Qué tienes
en tu reloj de arena?... sospecho que haz encerrado allí
varios desiertos, polvo de estrellas y lágrimas petrificadas.
Sospecho... que esto es un sueño... que estoy hablando sola
y que cuando despierte voy a sonrojarme
pero es incontrolable...-


3

- ¿Qué es esta piel que se despega
para dejar a la vista tres caminos?
... Ahora, parada frente a ellos
tengo la opción de recorrerlos descalza
o sobrevolarlos. ¿Qué crees que haré?. –


4

Suena una campana. Es un sonido alegre
amado por el viento que llama. Podría tratarse
de una voz… no puedo asegurarlo…


5

Corro hasta lo que de lejos parecía una cima
y caigo en la cuenta, de que no hay cimas en el plano.
Al menos no en este. ¡Qué golpe! ¿no?...¿no?...
¿porqué no me sorprende?.


6

Tengo leves recuerdos recurrentes:
seres inflados como globos a punto de explotar
sillas, relojes, payasos…cosas… cosas
ridículamente sobredimensionadas
sofocantes
y laberintos por donde corro despojada de todo
menos de mi colección de plumas.


7

En un diván con patas de león
intentaron escuchar el dialecto de éste corazón
que tan suelto y gracioso
se contuvo por varios minutos
hasta escandalizar. Así fue que el muy
versado en versos, burló las requisas
y tomó las riendas de mis sueños
para siempre.
Me di de alta diagnosticando sagacidad
sutileza. Y me automediqué, claro:
grageas de chocolate para recobrar dulzura
licuados de frutas amarillas y semillas
y un beso diario, gigante
de la Luna.

Corrí a ver por última vez
ese tubo de almas blancas radiantes
y al sentir el aire fresco en mis mejillas
supe que era hora de trepar a mi rama predilecta
a cantar, cantar, cantar como un gorrión
hasta menguar la ansiedad de escribir
y recuperar el aliento
o la noción de mixtura permanente
entre ficción y realidad.

Pero una pregunta quedó sin responder:
“¿Porqué no pedir la luna vida mía?”

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