martes, 4 de octubre de 2005

¡Ojo con el Ojo!







Porque esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria; no mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven; pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas.
Corintios 4:17-18 Pablo




Veo personas
ocultando sus rostros
sus otras caras
su escasa intimidad
sus mínimas fracciones
de verdad.
Y para ser honesta
deberé lacerar:
Las veo
fregándose unas con otras
obsecuentes a las pulsiones
codiciando poseer
lo que ni siquiera
interpretan.


Esta esquina
estas calles
con sus sendas peatonales recién pintadas
intentan marcar
el sentido
de estas vidas
de aquellas carnes
rellenas de almas.
Todo
lo que he visto
lo he sufrido.
Me ocurre...
que veo hasta lo ínfimo
y en una pasada
me apropio del momento
lo siento,
lo renombro, lo sello,
no puedo resistirlo.
Dios me quiere
virtuosa, ondulante,
con esa propiedad desconcertante
de las partículas discretas,
colisionando en este universo subatómico.
Me quiere HI FI
calibrando las frecuencias
del espectro visible,
un bit encendido,
un acrónimo de su laboratorio,
exclusiva, amada, láser,
protagonista y propietaria.

Me toca pues
ser cruel a veces
y trazar
con brochas gruesas
esas
visibles sendas.
Debo luego
caminar sobre ellas descalza
o sobre trece centímetros de tacos.
Debo probar
pisar con prisa
pisar lento
pisar las piedras
sangrar cada paso
caerme, levantarme
enterrar a menudo mi alegría.
Pues al fin
todo me toca,
incluso
despegar la piel de la carne
de los huesos, las entrañas
del visceral- masivo
modo de ver
y de vivir.
Me toca decir
que no siempre
hay mansedumbre
en el silencio...
Me toca pues
velar
pedir perdón
preceder lo que he visto
en sueños:
se aproximan días
y noches
inclementes.

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