miércoles, 14 de julio de 2010

Post Scriptum




Al nacer, la palabra se nos despega y suavemente, se recuesta en el silencio. G.M.




1

Cuando se ha escrito acerca de las cosas
cuando se las ha honrado debidamente
todo tiembla y reluce
suma vida a la vida delante de los ojos:
las manos tan inquietas como las copas de los árboles
los niños correteando con su perro
esa vecina madrugadora
que barre su muerte cada día
tan
enérgicamente…


2

Renombrando el mar
pude ver que por debajo
ciertos arrecifes coralinos
lucen tan blancos
que no necesito contener
la respiración.


3

Después de describirlos por años
descubrí lugares sagrados
que nunca visitamos.
Uno colosal
es el silencio.


4

No me quedan dudas:
nuestro lapso es divino
gracias a este
“relucir”.


5

Voy trazando
un camino
de regreso
a lo sagrado.

Poéticamente hablando
sirve para unir, primeramente
dos puntos
.
.
y luego
va por más, hasta la meta...

(que esto quede
entre nos.)

6

Pero volvamos al silencio
en puntas de pie
y fijemos la mirada
en la mirada
perdida.


7

Cuando escribimos acerca de los otros
hemos salido del cuerpo, tantas veces
muy a pesar nuestro, para escudriñar.
Ya hay un vínculo creado, ineludible
que unge de cadencia sempiterna
cada acto y su entorno, el resto de la vida.

Cuando escribimos así, henchidos de promesas
dotados de sentido, circunspectos, escamados
no hay mérito sino emisiones de otra inteligencia.
Luego hay paga, sí claro, la misma conversión en el camino
y una tregua apacible, que nos quita el habla
hasta la próxima.

Cuando escribimos, soltamos las palabras.
Ellas vuelan en bandadas. Las vemos ir
las perdemos en el horizonte...sin reclamos.
Mas ellas, como los pájaros que han comido de tus manos
difícilmente vuelvan, alguna vez, quizás
a picoarte la ventana
sin flores...
sin flores en el pico.

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