
Fotografía: Lilian Lichowski
El hongo, solo, tan a gusto
dueño de sí, de la serenidad
cual filósofo, holgando ideas
entre los pastos
absorbe la presencia creadora
y se vuelve hermoso, tan hermoso
que imanta la suerte de los tréboles.
Más
en cuestión de segundos
ve invadido su imponente
silencio blanco
por una legión de florecitas
y murmullos...
Ignora él
y aun más, ellas
lo tiernos que se ven
y cuánto exhuman
la rima, el pacto
la inocencia.
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