miércoles, 2 de junio de 2010

La dicha

por graciela malagrida


Era un extraño árbol
el que crecía estilizadamente
en medio de mi. Yo, un jardín
un huerto
donde él florecía y daba frutos
de modo simultáneo.
Ese era su don
ese, la alegría.

El dependía de mi bucólica ración
como yo de su apostura.
Solíamos despertar curiosidades
y en los escondrijos de las mentes
cuando caía una chispa
nos preguntaban si era amor
la sujeción, la intersección
el portento…
Nos preguntaban, nos exploraban
nos ponían bajo las lupas, nos soñaban
buscaban la “fuente de los deseos”
tácita, en nuestras médulas.

No había fórmula secreta.
El, sólo era mi extraño árbol
y yo, -sin más verdores o alboradas-
su dilecto, pequeño jardín.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

gracias x el comentario! no dejes de orbitarme!