sábado, 18 de octubre de 2008

2 notas en Awttar International por el fallecimiento de Mahmud Darwish

Mahmud Darwish por Graciela Malagrida


Escribo, en honor y reconocimiento a la memoria de Mahmud Darwish, poeta de la paz, uno de los más célebres literatos árabes contemporáneos. Releemos hoy su conocido poema Estado de sitio, se nos crispa el alma; no sólo por lo que podemos recordar de su vida misma - comprometida con sus pares, con el sufrimiento cotidiano del pueblo palestino - y su magnífica obra, sino por su nítida visión acerca de los conflictos humanos en general y su particular experiencia del exilio. La elocuencia asequible de sus versos nos revisten de tersura, luz y esperanza en medio de toda contracción:

..."¡La paz sea contigo que velas por
el éxtasis de la luz, la luz de la mariposa, en
la noche de este túnel!


¡La paz sea contigo que compartes mi copa
en la negrura de una noche que colma dos asientos:
salud, sombra mía!"...

Como poeta de este lado del mundo, de este exiguo rincón argentino, que después de la Guerra de Malvinas no ha vuelto a detentar el dolor de otra guerra, debo admitir que lo que Darwish logra de un modo magistral, es la hermenéutica: nos pone en la palma de las manos esa llaga que es de todos: la hostilidad, el pesar del prójimo, del hermano que llora en el hemisferio opuesto, de aquel que pudo ser nuestro hijo, nuestro vecino y que por encima de todo, debería existir como “nuestro ser amado” como “uno mismo”.
Y por último, creo firmemente que las personas nobles como Darwish, no fallecen, sólo se transforman en capitales, dentro de este fructuoso y vasto país maravilloso que es la poesía. Gracias a Dios, sus letras viven para siempre como una porción de verdad y de luz.






Mahmud Darwish por Julio M. Panchuk


“Pienso: quizá sea un asesino, o quizá uno que habrá pensado que yo soy un asesino.
Él tiene miedo, ¡y yo también!” Mahmud Darwix Al-Birwa 13 de marzo de 1942 - Houston 9 de agosto de 2008.-
Escribir sobre un poeta muerto es un contrasentido. Una contradicción en esencia. En la cosmogonía de las letras el poeta aseguró –no para sí – para los demás su existencia. Los párrafos de cita definen de todas maneras a Mahmud. De su poesía “El está tranquilo”. En ese colofón nos dice que quizás nadie está tranquilo. Que el hombre puede de hecho ser el impostor por antonomasia de este mundo. Cómo quedarse tranquilo frente a las fuerzas de la naturaleza, frente al hombre lobo del hombre, frente a la avaricia a la codicia del semejante, luchando a brazo partido todos por lo que creen es “justo”?
Al parecer Mahmud Darwix tenía en sí el fuego sagrado. Como poeta no se encerraba como Rimbaud para crear aislado de los demás. Más bien lo hacía allí, en el medio, en el ojo de lo caótico, como dándose una pausa para encontrar un sentido a la existencia, para conjurar lo desgarrador de un ataque que nunca cesa, de una noche que nunca termina, para salirse –metiéndose dentro propiamente – de los ayes de dolor que dejan los obuses, los morteros, y ese grito de miedo. Propiamente dicho. En su patria siempre extrañamente codiciada.
Poeta, sí, pero comprometido con el mundo que lo rodeó siempre como la experiencia de Ramallah. Ahondó el sentido de su metafísica realista en la comprensión de la fenomenología política de la libertad. La libertad como algo evidente en lo dialéctico. Vivo aún en el rostro horrible de la guerra sempiterna de su Palestina. Y unificó los campos con su poesía. Una poesía que como la sombra al cuerpo lo precede. Alguien dentro de ese eterno anagrama que es la vida que fue llenando los claros. Su poesía confirma que es. Siempre es insensato dirigirse al poeta “muerto” quizás tenga más sentido dirigirse al hombre muerto que al poeta muerto. Los que escribimos lo hacemos desde la intranquilidad de nuestra propia mortificación, pero para darle un sentido, no para quedarnos a vivenciar esa intranquilidad. La poesía es primera, antes de ella no pudo haber existido nada. Los griegos tenían esa referencia de las cosas. Al salir de ese animismo y construir un panteón deico lógico, en el cual quepamos todos, todos los hombres, en esa impresionante diversidad que configura nuestra alma y da base a la luz de nuestro espíritu, todo amor, pero también todo dolor es “poesya”.
Cómo recordar a un poeta que ha muerto cuando su obra está más viva que nunca! En este viaje oportuno que todos recorremos en nuestra existencia, también correremos la misma suerte: la de un día cansarnos de respirar, devolver ese hálito a Dios a ese Dios de miles de nombres, de rezos, de plegarias, obra del hombre. Como tan bien Mahmud Darwix definió en cada trazo de su escritura sobre un papel que nunca terminará de escribirse. Que así sea, entonces. Hasta pronto poeta, vastas heredades quedan intranquilas, releyéndote una vez más con cada latido de cada corazón.

Gracias Reda y gracias Awttar International

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