sábado, 20 de agosto de 2005

Confesionario





Admiro la noble existencia
de los cardos
de las hojas y los seres
que amortiguan mis pasos.
Y me avergüenza esta sencillez
que llevo puesta
y mi ruidoso transitar
ante el soberbio silencio
de las plantas.









Contrita e insomne concluí
que los niños y los perros saben:
que la espera es estéril
para el que espera en el hombre
que el tiempo es otro invento
que no es huérfano el que cree
que la ausencia es sólo un hueco
que el hambre es perenne
pues de carne somos
que los huesos vuelven a la tierra
que el césped es buena cama
que el sol que el agua que la noche
los preceden
que son herederos de todo lo que vive
que no existe la ofensa
para los humildes
y que amigo es
el que juega su juego...

Ellos saben
que Dios es niño y perro
y Dios y amigo.

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