El canto alterno de un gorrión
las burbujas de la pecera
el aire comprimido en el termo
los martillazos de la voz en
la pared de la memoria
el silencio este, que ha buscado asilo en mi
la mañana que tapa la boca de la noche y viceversa
la raja en el ánimo, la sonrisa blanca
de esas flores anómalas, todo
te trae a cuento
gastando palabras para repatriarte
para no enterrar tu nombre y con él, el mío…
para que nunca exánimes
seamos un par de fantasmas errabundos
que no supimos amar.
Y hablo de ti con todos y con nadie
básicamente porque a nadie le importamos
y porque sencillamente
no sé cómo hablar contigo. Entonces
no me miro al espejo por no verme a medias
y de paso, para arrinconar la soledad
para que jamás se ensoberbezca y crea
que puede ser antesala de la muerte.
Cae el sol anaranjado, incendiado
como recordatorio de un evento ineludible:
es la hora en que te extraño… Y se me muele el pecho
y se me encharcan, se me arrían los ojos
y se estrecha la calle
que me lleva
de regreso
a ti.
Allá al fondo
centellea una luz
¿la ves?
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