Ella descendió
descalza, esparciendo
quién sabe qué hemisferio onírico
cegando a los vampiros
mandando mil demonios
a la hoguera del reflejo.
Ella deslizó
sus formas suavemente
y las hélices, al andar
tornearon nuevos pies
a las palabras.
Religó Ella
inefablemente con la sangre.
Pidió silencio sin abrir la boca
hurgó las sienes, los párpados, las palmas
los núcleos yertos y flexibles y sus prolongaciones.
Luego partió dejándonos atónitos…
y se sentó a mirarnos
en la falda de la luna.
Nota: No se trata de un sueño recurrente
sino de Ella, Calíope y su andar de gacela espirituosa
sino, de esta péñola
que a diario
despierta enardecida.
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