Tengo que aflojar un poco
No puedo encontrar sentido a tanta lluvia
La maldita cae, sin más, del cielo negro.
Me da miedo.
Es como vivir en una casamata.
Tus recuerdos también,
gozan de buena salud.
Qué haré, qué, sin ti o contigo?
Esto me planteo como interrogante.
Pero es fácil, no tiene respuesta.
Solo uno puede darse cuenta
Que en realidad, está aburrido.
Pero, ¿a qué se debe mi aburrimiento?
A que insólitamente estoy aquí,
parezco un viejo anciano que le duele
todo el cuerpo.
Mirando su caballo, allí dentro del cobertizo
ansiando “galopar” alguna vez de nuevo.
No se, me interesaría una nueva cama,
y una buena moto,
Un casco de esos abiertos, estilo nazis…
Y andar atropellando viento, lluvia,
caerme en alguna pista negra de lodo.
Miro mi reloj, cuánto hace que pasa el tiempo?
Ah, el tiempo es ciertamente un gran luchador.
Insistentemente quiere ser mi amigo. No lo dejo.
“No quiero saber de ti”, le digo al tiempo.
Y no se aleja de mi lado. Pensé en tirar el reloj.
¿por eso dejaría de pasar el tiempo?
O me engañarían mis sentidos pasando noche por día?
Ahí está la máquina de escribir:
“Salía aquella tarde y luego entraba a mi viejo Packard…”
Y no puedo, salir de esa frase. La analicé mil veces.
Tiene tanto sentido como una lata de judías pasada
de la fecha de su vencimiento.
Eso, una buena purga. No me vendrá mal.
Y ando, ando y ando por estos 50 metros cuadrados,
Miro la puerta, cerrada, ella me separa,
¿de qué? Acaso de alguna otra sensación que no sea
el vacío aburrimiento. El tedio.
No se si salir a caminar, llueve, bajo la lluvia…
Si, pero, no. No puedo tengo que aflojar un poco.
Tanta creatividad terminará haciéndome daño.
La maldita cae, sin más, del cielo negro.
Me da miedo.
Es como vivir en una casamata.
Tus recuerdos también,
gozan de buena salud.
Qué haré, qué, sin ti o contigo?
Esto me planteo como interrogante.
Pero es fácil, no tiene respuesta.
Solo uno puede darse cuenta
Que en realidad, está aburrido.
Pero, ¿a qué se debe mi aburrimiento?
A que insólitamente estoy aquí,
parezco un viejo anciano que le duele
todo el cuerpo.
Mirando su caballo, allí dentro del cobertizo
ansiando “galopar” alguna vez de nuevo.
No se, me interesaría una nueva cama,
y una buena moto,
Un casco de esos abiertos, estilo nazis…
Y andar atropellando viento, lluvia,
caerme en alguna pista negra de lodo.
Miro mi reloj, cuánto hace que pasa el tiempo?
Ah, el tiempo es ciertamente un gran luchador.
Insistentemente quiere ser mi amigo. No lo dejo.
“No quiero saber de ti”, le digo al tiempo.
Y no se aleja de mi lado. Pensé en tirar el reloj.
¿por eso dejaría de pasar el tiempo?
O me engañarían mis sentidos pasando noche por día?
Ahí está la máquina de escribir:
“Salía aquella tarde y luego entraba a mi viejo Packard…”
Y no puedo, salir de esa frase. La analicé mil veces.
Tiene tanto sentido como una lata de judías pasada
de la fecha de su vencimiento.
Eso, una buena purga. No me vendrá mal.
Y ando, ando y ando por estos 50 metros cuadrados,
Miro la puerta, cerrada, ella me separa,
¿de qué? Acaso de alguna otra sensación que no sea
el vacío aburrimiento. El tedio.
No se si salir a caminar, llueve, bajo la lluvia…
Si, pero, no. No puedo tengo que aflojar un poco.
Tanta creatividad terminará haciéndome daño.
De amigos, abrigos y madreperlas
"Dos gotas de lluvia
dicen ser
dos
hasta que llegan
al charco.
Nosotros
somos dos
hasta el poema"
Gracias Jules! G.M.
No te puedo creer!
lo que acabás de desatar
es un nudo de agua
que tenía en la garganta. Uno tan extraño
que me enjuagaba las palabras
al punto que ya
no llegaban a los dedos
menos al papel.
¿Sabés? hay tardes
que desearía quererte menos
pero no, tampoco puedo.
¿Sabés? hay noches como esta
que llueve dentro de mis ojos
cuando apenas leo
alguna de tus letras. Y no te puedo creer
no puedo pensarte
sólo humano.
Lo que acabás de alimentar
con ese aliento de perlas
son estos moldes
grises, sin engarce
y esta garúa
que adormece a los pardales.
Es por esto ¿sabés?
por esto y por aquello
que jamás escribimos
por no reunirnos a derretir relojes
que no puedo creer
que te estoy viendo
bajo esta lluvia de Dios
y en este charco.
lo que acabás de desatar
es un nudo de agua
que tenía en la garganta. Uno tan extraño
que me enjuagaba las palabras
al punto que ya
no llegaban a los dedos
menos al papel.
¿Sabés? hay tardes
que desearía quererte menos
pero no, tampoco puedo.
¿Sabés? hay noches como esta
que llueve dentro de mis ojos
cuando apenas leo
alguna de tus letras. Y no te puedo creer
no puedo pensarte
sólo humano.
Lo que acabás de alimentar
con ese aliento de perlas
son estos moldes
grises, sin engarce
y esta garúa
que adormece a los pardales.
Es por esto ¿sabés?
por esto y por aquello
que jamás escribimos
por no reunirnos a derretir relojes
que no puedo creer
que te estoy viendo
bajo esta lluvia de Dios
y en este charco.
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