viernes, 1 de octubre de 2010

Cielos y calderas

por graciela malagrida



El espíritu es verdad
y viceversa.

Tan abstracto, tan
austero e inasible, tan
difícilmente comprensible
por este cuerpo opaco, quejumbroso
que escabroso, necio, ensangrentado
arrastra su pesar hasta la muerte.

La verdad se pulveriza en el crepúsculo
diserta puntualmente ante la duda
revela, conjura, resucita
y virgen, discurre con la luna
si hay vacantes para el sueño del poeta.

Y en el último acto lo despiertan
entusiasmado o triste, eso no cuenta
lo traspasan, lo bañan, lo enajenan
cual vestales
en los mares de la runa.

-El espíritu soy yo- susurra una
la otra exhibe volcanes, agudezas
y en las sienes inspiradas toman forma
cobran vida, carne, acento
diligencia.

Tan preciso y supremo es ese soplo
tan vulgar y bello, sacramental, embarrado
que alígero, versátil, fulminante
enhebra poetas y ángeles caídos
con calderas y cielos
con Dios y viceversa.

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