por graciela malagrida
Detrás del límite virtual, visual, carnal, suele haber mucho más que el olvidado miedo a traspasarlo. Digo, que es justamente allí, donde se afinca el leitmotiv para echar a volar. G.M.
1
Un cocotero llama
con sus hojas longilíneas
al viento
a todo lo que lleva el viento
con el impulso divino
de sus notas. Las ganas
de ver de cerca el espectáculo
liberan el peso arenoso de pensar
que “no se puede” despegar
y levantamos vuelo
como un globo aerostático
sin culpas.
2
Abajo
con los pies en polvorosa
hacen frente a la mirada
coronas de espinas celosas del tronco
del posible abrazo que trasgrede
los límites del ego.
3
Podremos declarar
que el mundo cuadrado se termina
porque abundan:
espejos falaces, escudos-excusas y baúles
con recuerdos lastimeros de lo que fue
con el anhelo de lo que jamás sabremos
o el abrazo de “el quizás”
que nunca llega.
4
Pero después
de haber pasado revista a las miserias
de haber traspasado todo
ilesos o mejor, con heridas heroicas
valdrá la pena encontrar más:
hombres de hojalata a quiénes humanizar
espinas o límites que atravesar
secuencias tonales en el arco iris
más …y más… cuerdas, teclas, sonajas
para esta “idea fija” de recrear
la vida en un poema
o en esta elíptica sinfonía
fantástica.
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