“Fue justamente por esta insolencia mía que me he vuelto topacio.” G.M.
No es por tu causa o la mía o por el aspecto áspero del cuenco que me arropo en la poesía. No creas que por este traje símil piedra dejo de ser hermana gemela de la seda.
No es porque no te haya visto antes con tu andar veraniego un día grisáceo en el cruce de las calles principales que prefiero el invierno.
No existe una razón que me disculpe por haberte dedicado una sonrisa de mala muerte por haber ignorado tu nombre titubeado un triste : - hola…- que sonó a “no me importas”. Sólo pensaba en la pausa ésta, que confisca mis horas y mis letras en la espera.
No juzgues al día antes que amanezca. No inhumes las palabras de astracán. Infiéreme. Y no me llames intrépida cuando el silencio a secas tras humillar laurea.
por Graciela Malagrida Aquí estoy, frente a mi lap, mirando con la misma intermitencia de la brisa por la ventana. Tratando siempre de encontrar el nexo divino en las vidas de gente corriente, de todos los seres vivos, de grandes y pequeños, donde me incluyo. Suena de fondo inspirational music channel y comienza el viaje al mundo poético, filosófico, melódico de Rabindranath Tagore. Tras zampar en la fruición que me produce la lectura de sus logros, sus poemas, historias cortas, diarios de viaje, cartas, y ensayos; sus pinturas y célebres canciones – hoy himnos - completan el cuadro de este sabio reformador cultural del arte bengalí, que transgrede las paredes de la historia, y los límites terrenos, saciándonos de lucidez. Su huella ha quedado en nuestro idioma, unida a los nombres de Zenobia Camprubí y Juan Ramón Jiménez, cuyas traducciones de la obra son las únicas versiones castellanas aprobadas por el autor y consideradas prodigiosas labores de recreación literaria.
De su estadía en Argentina (1924) en la quinta Miralrio, Victoria Ocampo nos deja un registro de vivencias junto al escritor, en su libro “Tagore en las Barrancas de San Isidro”. Desde entonces, esa “dorada bengala” no ha dejado de brillar con más fuerza, en esta porción plateada del planeta.
Ahora tengo que detenerme en un punto que congrega hasta las estrellas del cielo y sus primeros fulgores, este verso:
“Si queréis comenzar a educar a los hijos de los hombres, cultivad en vosotros el espíritu del niño eterno”
Aquí alude a su exquisita sensibilidad y vocación por la educación, a la que todos deben acceder para buscar la verdad y ser libres. Y debo dejar que se me empapen los ojos una vez más y para siempre cuando a la hora de escribir acudo al niño y lo publico a modo de ejemplo. Vasanti, la niña de “El asceta” simboliza estos ideales. Pues, se define en “Tránsito”:
“Sólo una parte de mi don está en este mundo; lo demás está en mis sueños”.
Y asegura:
“El hombre es innatamente un niño, su poder es el poder de desarrollo”.
Tagore, entusiasta de la cultura del espíritu, nos marca con ternura inmensurable, con una vida dedicada al bien de sus semejantes desde su credo humanista. Credo que lo conduce a poner en acción ese amor por los indigentes, por los que tienen sed y hambre de justicia y alfabeto, de misericordia y pan. Su escuela experimental primera, su semilla, es hoy un bosque, al alcance de todos.
El deslumbra al principio de su vida como al final, pues en todo momento elogia la Alegría como la fuerza primordial, como el primer gesto de la creación y como energía impulsora del servicio. Su Himno a la alegría de los Niños alaba la vida de este modo:
“Vi que la vida (es) servicio. Serví y vi que el servicio era alegría”. “infinita luz de la alegría procedente del amplio amor que es todo el mundo”.
Y como la vara tutora de una planta tierna, preceptúa la “Bhagavad Gita” (cap. III, 20; trad. F. Tola)
Al ritmo de Tagore ansío la comunión con todo lo creado y en el uni-verso estribo sin espuelas. La felicidad me la gano día a día, como “La mendiga” el pan, como el niño de rodillas sucias que menesteroso recorre descalzo las orillas y recoge el alimento cardinal en las plateadas aguas de Dios en las arcanas razones del Paraná…
Al ritmo Tagore, los poetas de este rincón mundo pretendemos encendernos expresar nuestro talento único ser bengalas, fluir profusamente desde la modesta palabra que riega precisa los límites de la Tierra adulta los relojes derretidos en el cielo los deseos del corazón del niño eterno.
En esta noche suena: “Stormy Weather” Y se ve esa diva recostada sobre la ventana abierta. Ha hecho mucho calor, más que del que imaginas. O qué recuerdas… Y ella allí, simplemente quitándose la bata de seda. Mostrando su desnudez al viento frío que alienta la tormenta. En este tiempo de tormenta.
Te vez tú. Sí. Siento que sí. Ah, queda tan poco tiempo!. Para que te recuerde como siempre todos los febreros. Que no dejemos atrás las vestales que nos miraban cuando hacíamos el amor. En esas noches de calor. Tumbados en cualquier mesa. En cualquier mesa, nuestra.
Suspirando. Por el calor y por el sexo. Éramos el amor soñado. Tú piscis, yo tauro. Rezábamos para que no termine. Y terminaba, y comenzaba. De vuelta. Qué ha sido de nosotros?
Estarás de vuelta. Soñando, viajando, por esa dimensión tan nuestra. Sola. Sola como todas las cosas que se detestan. Y que se sueñan.
Es “clima de tormentas”. 1.943 viene viajando del ayer. Viene de un ensueño gastado y toma lo que da y quita lo que quiere. Oh. Amor! Ha pasado tiempo, no es suficiente tanto sufrimiento…
Mira, que yo, aquí estoy con este gastado ramo de rosas. Tiene más de catorce años en mi mano. Y nadie lo ha recibido. Y sigo cantando en voz baja esa canción “Stormy Weather”. (clima de tormenta). Creo que he de morir, y seguiré entonando en las noches de la eternidad, esa canción que huele a sensualidad. A cuerpos pegajosos. Siempre has tenido ese pecado, demasiado grande ese pecado de soberbia. Que no logra quitarte el tiempo, ni mis recuerdos. No huirás esta vez. Te seguiré mirando, como en los “viejos tiempos” te seguiré esperando. A que bajes del bus, con esa cosa tan tuya con esa sonrisa. Y nuestra mesa, y nuestro amor, riéndonos de todo, y de todos. Tan ricos en la más miserable escena que nunca fue para nosotros miserable en toda la historia de los tiempos. La mesa del amor. Mira bien, qué nadie te engañe, que nadie te amó como yo, te amé, Como yo te amo.
Y hoy más que nunca, maldita. Hoy que hay clima de tormenta. Hoy que quiero tus besos, y tu sonrisa de niña repercutiendo como siempre, como címbalos, como retiñendo, como sonriendo a la eternidad los dos. Aunque alguien que no conocemos, nos haya confinado al recuerdo. Mañana es tu cumpleaños, siempre, es tu cumpleaños. Te regalo, maldita, amada maldita, Estos tulipanes hurtados. Negros como todavía negros siguen siendo tus ojos, Por más que te hayas teñido el cabello. Por más que hayas decretado Nunca más verme Yo te seguiré esperando por más que sea un duro y solitario, huidizo, terrible, “Stormy Weather”. Clima de tormenta. En mi “Packard” descapotable. Para mojarnos, empaparnos, y desafiar él rayo como por última vez.
El cielo gris La rama gris Y en ella Un pájaro bicolor Lleva en el pico Mi secreto.
Mi secreto Lleva en el pico Un pájaro gris Y con él La rama bicolor El cielo añil
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A estas alturas me cuesta creer que exista alguien que pueda prescindir o sentirse ajeno al diseño exclusivo de cada amanecer
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Y entre otras exclamaciones la del trueno es la que más de una vez me dicta: basta!. Luego las nubes sueltan dos gotas como compungidas por mi cara de susto. Y todo pasa. Todo el espectro vuelve al tintero, al teclado al cariño azul lavable de las letras…
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Sólo entonces a ritmo de relámpago baila con todos la noche bella y eternamente negra suelta su larga cabellera sus sueños azabache sus estrellas y logro lacrar los ojos . . . Al fin cicatriza la vigilia.
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¿Alguien piensa todavía que cada verso es una isla?
¿Alguien se ha visto alguna vez como una letra? ¿se ha unido a otra buenamente para ser escuchada? ¿ha sonado diferente? o acaso ¿ha callado y calado el alma del poeta más que la hache?
¿Alguien piensa todavía que el viento puede arrancar la palabra que ha prendido?
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¿Y ahora? ... no sé porqué me miras con esos ojos miel . . . amedrentas a la muerte!
Y ahora voy a tener que herir al agua con esta vara con esta lengua espadachina con este ojo derecho y no me voy a detener mientras el izquierdo te vea gimoteando de sed, desguarecido.
Lo voy a hacer ahora que no temo pisar a las serpientes ni al desánimo o a la falta de fe ni al supuesto castigo, para el que se atreve a volver el rostro sobre aquellos sin rostro a echar flores sobre deshonras a mudar, esos gestos arteros al planeta de la paz . . .
Véanse en la casa los ventanales adviértanse las luces que como peces tropicales se comportan territoriales y graciosas. Tómese posesión del dicho plexo, del gesto matinal, del atributo digno de respeto.
Y llámese a todos por su nombre: al perro, amigo al sustento, Dios al esposo, amado a la esposa, bendita a los hijos, retoños a los padres, preludio a los ancianos, pozo de ciencia a los amigos, hermanos a los hermanos, sangre.
Silénciese el juicio en un rincón junto a todo atisbo de apariencia o simulacro. Véanse en las manos el trabajo en las arrugas, expresiones sin dobleces y priorícese en los ojos de cada cual el verdadero fluir del plan maestro.
Apréciese la vida de este modo: pensando en lo bueno, lo justo, lo sobrio lo santo. Renovando a diario el ánimo del pacto que nos blinda con la alegría de ser herederos de los sitios sin linderos y de todo lo que toca el candor, su fulgor… incluso de esa palabra que aún, no ha sido pronunciada.
Es Dios quien conecta las cosas, Dios es el que riega las rosas y si por Él se muere se vive y si por Él perdiste has ganado . . . y al final como al principio del camino Dios es igual al destino ese, al que llaman Amor.
Hoy hice una oración para pedir vivir entre tus brazos tus dedos, tus ojos, tus palabras. Mi afán era vivir sin afán como las flores.
Hallé en tu tornasol mi introjardín en la fragante respuesta de tu aliento la ración de libertad, el vigor, esta cosecha en tu percepción encumbrada del vacío la utilidad del cuenco y del poema.
Hoy hice una oración para pedir y terminé dando de mí mucho más de lo previsto. Así atestaste de claraboyas mi cúpula y la colmaste de ti…
Sonreíste y temblaron los versos tibios del uni-verso todo. Enmudeció el gemido del planeta. Y remozaste entonces el misterio de la carne.
Ya entreluces, pude afincarme a mis anchas en las tuyas . . . y sentí sentí las llagas…
Debajo de una de tus alas un día como hoy dejé de sentir frío.
-hasta me gusta el invierno desde que te conozco... -
Debajo de una pluma tuya comprendí que era hora de volar.
Luego me recosté en el almohadón de plumas me envolví, como un gusano de seda en el viejo edredón de letras y vi por la puerta balcón un cielo celeste mar, holgado repleto de nubes espumosas que reclamaban al viento, barriletes palabras sueltas, ligeras de ropa poemas recién nacidos niños acróbatas, felices, como mariposas migraciones, quizás nuestro vuelo.
-Fue así que vencimos al silencio. Sí claro, así fue. Y nos convertimos en agricultores, sembrando poesía en toda la Tierra por siempre jamás-
Debajo del disfraz de la palabra del verso más azul del arco iris detrás de la sonrisa y de la lágrima uno, no es uno más ni igual a otro. Uno es todo y mucho más: uno es la nada.
Y la copla que se gesta en la congoja dejando expectante incluso al firmamento es la sangre y uno mismo impreso en el sumario divino del silencio del espacio milagroso que separa el néctar de la flor sin que le duela.
Como un resfrío de verano es uno herido como la pena expuesta en la mirada. Todo se esfuma hasta la nada. Uno solloza hasta la calma. Como el viento que se lleva las hojas del otoño y las congela en el alma del invierno uno pasa, discurre, muchas veces sin ser visto; como el que vaga entre las sombras de la muerte implorando piedad, convocando a la suerte.
- Se esfuma uno, sí. Mas resplandece y se esfuma felizmente … -
Y todo va traspasando esto que es uno va tanteando el fondo del ocaso y un buen día, sin haberlo proyectado sin haber comprendido el énfasis discreto de la hormiga o el desliz del murmurar de las palomas uno advierte conmovido, desde afuera que es el fin, el rector principio del principio de la nada, del todo de uno y del poeta.
Ella dio el si y naturalmente se le iluminó la mirada. El no tuvo dudas al pronunciarse a favor de tanta claridad.
En efecto, se encendieron se entendieron se engarzaron como piedras preciosas . . . Y juntos o mejor, inseparables como hermanos de leche hallaron más y más inteligencia.
off
El dijo que no tan a secas que le raspó la garganta. Ella expulsó: -¡no, no! como sacándose de adentro los demonios. Ellos antepusieron “no” a toda luz y apagaron monosilábicamente la poesía y todas las estrellas.
Después no hubo después ni calendario lunar ni fechas patrias ni cálidas razones tras la grieta para volver en el tiempo.